MÉXICO

Sobrevuelas el valle de Teotihuacan, en Ciudad de México, con la mirada de las aves o de los dioses, y percibes la fuerza ancestral de la cultura amerindia. La visión de sus pirámides es sobrecogedora, pero esto solo es el comienzo. Tenochtitlán te ofrece el legado de los incas pero también la historia reciente del país, como la que reflejan los impresionantes murales de Diego Rivera en el Palacio Real.

En México, el duelo estético entre lo natural y lo humano es constante. Lo compruebas en San Cristóbal de las Casas, donde la arquitectura colonial de la ciudad no deja de fascinarte a cada paso. Te adentras ahora en territorio Maya. Sus vestigios siguen presentes en la lengua tzotzil que aún se habla en San Juan Chamula. En la Iglesia de San Juan Bautista compruebas que los cultos conviven y se mezclan formando un todo mágico.

Saludas a los espíritus mayas de la Acrópolis de Toniná. Figuras de monstruos, deidades o dragones te dicen que hay que darle forma a lo que se teme y a lo que se ama. Tu camino está plagado de joyas del imperio maya como la ciudad de Yaxchilán, Campeche o Chichen-Itzá. En esta última ciudad, El Templo de los Jaguares o las Pirámides de Kukulkan te hablan de un mundo que ya no existe pero que, a su vez, nunca marchó del todo.

Ves el mar Caribe desde el Castillo de Tulum, culto del ‘dios descendiente’ de los Mayas. En aquel lugar casi místico te das cuenta de que dioses y hombres nacieron con el mismo privilegio: el de habitar esta tierra terriblemente hermosa.

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