COREA

Nada más pisar la ciudad de Gyeongju, percibes que estás en un lugar que tiende puentes. Puentes reales como el Puente Woryeonggyo, el paso peatonal de madera más largo del país. Cruzándolo, llegas hasta Andong Hahoe, un pueblo tradicional de belleza abrumadora. Puentes hacia la sabiduría, como la que se cultiva en la Academia Confuciana de Dosan. Su arquitectura confuciana coreana es, sencillamente, magistral.

Gyeongju es el centro espiritual del país. Encuentras tanta paz interior en el Templo Bulguksa como en la Cueva Seokguram, donde la estatua de Buda mirando el mar te llena de calma. Dicen que Shilla, la antigua capital del Reino, es el “museo sin paredes”. Paseas por el Parque de los Túmulos y rindes respeto a los 23 soberanos que descansan en él. Te detienes un instante ante la tumba del «Caballo Celestial». Sientes que en este lugar la muerte es casi tan hermosa como la vida.

En Seoul, te imbuyes de la historia de la dinastía Choson al recorrer el palacio de Gyeongbokgung. El brillo de tus ojos confirma el acierto de aquellos que lo bautizaron con el nombre de «Brillante Palacio de la felicidad». Tu viaje culmina en la Fortaleza de Hwaseong, una de los Patrimonios de la Humanidad con la presencia más vibrante y poderosa. No se le puede pedir más a una aventura coreana que comienza cruzando puentes y termina en la mayor de las fortalezas.

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